¿Tenéis pasión por viajar? Entonces seguramente que poseéis el espíritu Wanderlust.
¿Por qué viajamos? ¿Qué necesidad tenemos para estar en continuo movimiento?
Está bien conocido que el viaje es una expansión de la mente, una aventura del alma. Y es así, porque viajar no es tan solo tomar un avión y fotografiar los lugares que visitamos. Viajando se encuentran nuevas culturas, nuevos desafíos, una nueva interacción social. Por lo tanto, alimentamos nuestro cerebro, nuestro corazón y el alma. Gracias a esto, tarde o temprano, terminaremos descubriendo el profundo reflejo y los cambios que surgen en nosotros mismos.
Respecto a la etimología, Wanderlust nos lleva al idioma alemán, donde Wandern significa “vagar”, mientras que lust se podría traducir como “pasión”. Por consecuencia este termino deriva de «la pasión por viajar». Pero tendría ¿esta pasión una huella genética o psicológica?
Viajamos para buscar los límites, para aprender de la pluralidad.
Algunos investigadores afirman que haya un innato Wanderlust, estrechamente vinculado a los niveles de dopamina, que es la hormona encargada de dar cierto placer al cerebro. A su vez, esta se activa fácilmente a través de lo que es conocido como «recompensas naturales»: comida, interacción social, conocimiento, amistad, humor, etc. En nuestro caso, el aumento de dopamina se debe al cumulo de satisfacciones obtenidas como consecuencia de un viaje.
Viajamos para intentar ser mejores
Una famosa frase italiana dice que: » I viaggi sono i viaggiatori» (los viajes son los viajeros). ¿Cuál sería el mensaje de estas palabras? Viajamos para cambiar de lugar. Creemos en el valor de los lugares, en su valor testimonial, en que visitarlos crea y devuelve experiencias. Nada tiene que ver leer sobre una ciudad en una mesa de despacho a sentirla desde el propio lugar. Allí está la gente, el clima y el mundo, es decir, un marco que permite pensar el mundo de otra forma. Viajar es percibir y describir el mundo por tus proprios ojos, una cuestión del sentido de la vida que se transforma en mirada.
Viajamos para comprender que existen muchísimos mundos, que todos son únicos, y que es bello ir a cielo desconocido.
Un repaso a la historia de la mirada del viajero demuestra cómo se ha descifrado el mundo y los otros. Las formas de ver se articulan desde tiempos inmemoriales a través de la mirada (antigüedad), la observación (modernidad y contemporaneidad) y la visión. En la actualidad, el viajero se encuentra frente a una tensión. No se trata de mirar, sino de hacerlo de forma diferente, bien sea el lugar de origen o en el destino. Hoy hay que mirar con los ojos bien abiertos. Porque las distancias se han roto, la globalización y localización nos han aproximado unos a otros, y la vida avanza a una velocidad y ritmo vertiginosos, y el viajero ya no puede ver el mundo como si fuera únicamente una proyección de sí mismo. ¿Y si ese entrenamiento llevara a percibir lo diario como si fuera ajeno e irrepetible?
¿Y vosotros?… ¿qué opináis? ¿Os posee el el espíritu Wanderlust? Si la respuesta es afirmativa, seguramente que ya tengáis todos los puentes y findes ya bien organizados, y los destinos claros .
Sea un gen o sea un fenómeno psicológico, lo que es indudable es que viajar es bueno para la mente. Además, viajar desarrolla nuestra personalidad, nos abre las puertas del conocimiento hacia nuevas culturas, nos mejora la orientación y las habilidades de comunicar con personas que hablan diferentes idiomas. De esta manera, nuestro cerebro se mantiene activo.
«Invertir en un viaje significa invertir en nosotros mismos». Matthew Karsten
Dicho esto, mi pregunta es: ¿A dónde vamos amigos? :))
¡Hasta la próxima!
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